El innombrable

Esta historia está basada en hechos reales. Algunos nombres y lugares han sido cambiados para proteger la identidad de sus verdaderos protagonistas.

Lucho un niño de 12 años de edad creció en lo que aparentaba ser una familia tradicional, con sus padres y sus hermanos (Tania y Walter), a las afueras de Envigado. Lo que aquellas personas que distinguían a Lucho y su familia no conocían, era la realidad que se vivía en su hogar.

A su edad, Lucho ya había vivido episodios de violencia en su hogar. Vio como su padre golpeaba a su madre y sus hermanos, incluido él. También presenció escenarios en donde su padre violó a su hermana e incluso a su propia madre, de quien narraremos su propia historia.

Para Lucho sus 12 años fueron el punto de quiebre en su vida. Tomó la determinación de huir de casa, su contextura física le permitía aparentar mayor edad de la que tenía, pues era robusto e incluso ya esbozaba una cierta sombra de bigote en su rostro. Así inició a trabajar en la plaza de mercado en un corregimiento cercano al lugar donde vivía. Como era de esperarse, dejó la escuela y se dedicó a rebuscar el sustento del día a día. 

Pasado el tiempo, Lucho ya tenía varias amistades incluso ya se había dado el lujo de cautivar a una que otra muchacha en la plaza de mercado. El carisma de Lucho le permitía moverse muy bien entre los vendedores y patrones. A sus 16 años ya tenía su primera novia y unos amigos le ayudaron a conseguir una licencia de conducir falsa para así dar un paso más en su travesía. 

Sus primeros pasos como conductor fueron llevar productos a la plaza de mercado. Tenía cómo cubrir sus gastos, su habitación e incluso, moverse por diversos lugares le permitió establecer nuevas amistades.

Lucho desarrolló ciertos hábitos, fumaba y bebía tanto en sociedad como en los trayectos que recorría solo y en la habitación en la que dormía. De alguna manera esto hacía que tuviera cierto carisma divertido que no solo agradaba a la clientela sino también a las muchachas que lo distinguían. Trataba de estar en contacto con su madre, pues su padre y sus hermanos no figuraban entre sus prioridades, había determinado olvidarlos y no quería saber de ellos. Aspecto aunado a que algunas señoritas que distinguían a Lucho, a su vez frecuentaban a su hermano Walter, lo que hizo aún más distante su relación de hermanos.

Lucho inició su vida reproductiva a muy temprana edad, antes de cumplir la mayoría de edad ya tenía su primer hija. Producto, por supuesto, de sus aventuras con las señoritas que conocía y frecuentaba. Sin embargo, Lucho nunca quiso asumir responsabilidades, no lo había hecho con su propia vida, mucho menos lo haría con un bebé y su progenitora de quien dudaba de su virtud. No obstante, Lucho le dio los apellidos a la bebé pues consideraba que era algo de honrarse. O mejor, lo único que se debe horrar, según él.

Las andanzas de Lucho, sus viajes, sus aventuras con diferentes señoritas, su ya notable alcoholismo a temprana edad y su falta de responsabilidad. Lo llevaron a abandonar a su bebé y a su madre a tan solo meses de nacida. Lucho desarrolló una fama de mujeriego y para poder cautivar señoritas debía alejarse de los lugares en donde conocían su prontuario.

Los hechos narrados anteriormente, no detuvieron las andanzas de Lucho, pues este mismo protocolo de enamorar, embarazar, dar el apellido y abandonar lo ejecutó siete (7) veces más. Obligándose a si mismo a andar de municipio en municipio al punto que a su madre, la señora Astrid le era cada vez más complejo saber de su hijo, quien ya ostentaba una edad adulta.

A pesar de ser un hombre aparentemente maduro de 48 años. Lucho era propenso a meterse en problemas. El alcohol y las decisiones que tomó a lo largo de su vida, lo metían cada vez en más líos, al punto que su madre aún le enviaba el poco dinero que lograba recaudar con su trabajo en la costura, para sacarlo de aprietos.

A su edad, pagaba a diario una habitación, tenía una carreta en la que solía vender frutas y verduras, de manera informal en las calles del municipio en que vivía. Su ya arraigado alcoholismo lo llevaba frecuentemente a quedarse sin dinero y acudía a prestamistas para pagar la renta y poder tener un plante para su puesto de venta. 

Los prestamistas no le daban tregua así que las conversaciones con ellos eran cada día más acaloradas, al punto en que atentó contra la vida de algunos cuantos y a su edad ya había estado cerca de 6 veces en prisión una de ellas por robar autopartes.

Establecido ya en un nuevo municipio, Lucho y su actual enamorada estaban esperando un bebé. Ambos ya tenían experiencia, pues habían tenido hijos previamente y sería el primero juntos. Una niña había nacido. Vanessa era perfecta, angelical y sin pecado alguno. Para sorpresa de muchos, Lucho empezó a sentar cabeza al punto que, al año y medio de nacida Vanessa, estaban esperando bebé nuevamente. 

La madre de los hijos de Lucho era una mujer mucho más joven que él, la diferencia de edad superaba los 10 años. El avance que Lucho había logrado mermando su cercanía con el alcohol, le permitió tener otras dos carretas de venta de frutas y poder asociarse con algunos compinches para adelantar las ventas. Sumado a que Lucho ya era reconocido en la localidad, las personas del municipio lo buscaban para comprar sus productos y recibir noticias sobre su bebé, incluso gracias a su bebé Lucho recibió ayudas y llegó a ser reconocido por el alcalde local. Era un hombre pintoresco y servicial con los funcionarios públicos.

El día del nacimiento de Santiago, el nuevo hijo de Lucho fue un día fuera de lo común, pues Santi era su noveno hijo y primer varón. Sin embargo, esta felicidad no dudaría mucho. Vanessa tuvo una fiebre muy alta y debió ser hospitalizada. Desafortunadamente la reacción tardía de sus padres controlando la fiebre, hicieron que Vanessa sufriera un derrame, causándole una parálisis cerebral que la condenaría de por vida. Vanessa de entonces aproximados tres (3) años y quien había sido la luz de inicio en esta nueva familia, pasó a estar postrada en una cama y requerir ayuda constante en su alimentación y cuidados diarios.

Santi de apenas (3) meses de edad, era cuidado por Lucho, mientras atendía su puesto de ventas ambulante. Cuentan los transeúntes del municipio que Santi dormía en una caja debajo del puesto de ventas ambulante. Por fortuna, esta imagen enternecía a la clientela de Lucho y conociendo la historia de Vanessa, lo ayudaron como pudieron. No obstante, la historia reflejaba un declive de sucesos. Lucho desmedidamente volvió y con más fuerza al alcohol. 

Debió solicitar apoyo a la señora Astrid para poder cuidar a Vanessa. La señora Astrid vivía en un municipio cálido al norte del país a aproximadamente siete (7) horas de viaje del municipio en que Lucho vivía. Desafortunadamente, la señora Astrid a su avanzada edad no pudo ser de gran ayuda pues enfermó y debió retornar a su hogar. Lucho por su parte y a los seis (6) mese de nacido de Santi, acudió a sus padrinos de bautizo, a quienes les pidió apoyo para cuidar al niño, mientras lidiaba consigo mismo y con los eventos que se estaban desarrollando. Como él mismo decía -Téngame al niño mientras yo miro a ver qué hago...

Pasaron los meses y Lucho trató de establecerse cerca de su madre para materializar el apoyo requerido con Vanessa. En repetidas oportunidades viajó solo buscando un lugar en donde establecerse. En una oportunidad al retornar a su hogar, encontró a su enamorada con uno de sus socios en situaciones muy comprometedoras en la casa en que vivían. La entonces madre de los niños y enamorada de Lucho, dejó el municipio el mismo día y nadie volvió a saber de ella.

Un reto más se sumaba a la ya trillada fortuna de Lucho, siguió buscando un lugar para estar cerca de la señora Astrid. Establecerse no fue fácil pues, pasar de tener una clientela fija e incluso apoyo de los transeúntes a comenzar de cero, fue todo un desafío. Pasado el tiempo, Lucho tomó la decisión de volver al que consideraba su municipio. La escases de clientela, las necesidades y las pocas oportunidades que había tenido de estar con sus dos hijos en donde Santi y Vanessa se divertían en su inocencia y complicidad de hermanos. Lo llevaron a tomar la decisión. 

Antes de retornar y ante hechos desafortunados e inexplicables, Vanessa falleció. 

-A la niña me la dejaron morir de hambre. Relató la señora Astrid al narrar lo sucedido.

Lucho quien a lo largo de su vida evadió la responsabilidad como padre de sus ahora nueve (9) hijos. Se halló solo y sin mayor apoyo. Desde que tenia 6 meses dejó a Santi con sus padrinos, de quienes se sabía, le brindaban el cariño, amor, afecto, las comodidades y estabilidad que él no podía brindarle. Su único ferviente amigo, el alcohol, lo acompañaba en su jornada diaria al salir a la misma esquina que lo asistió durante años, mientras vendía sus frutas y verduras.

Pasaron los años y el alcohol y Lucho eran inseparables, al punto que desarrolló una cirrosis que comenzó a notarse en su piel. Los años se le venían encima y Santi, de quien contaré su propia historia, crecía con el pasar de los días. Lucho sentía que no entendía nada de lo que Santi le preguntaba sobre las tareas del colegio. Y además el niño quería siempre estar jugando con sus amiguitos y él necesitaba que lo ayudara con el que ahora era su único puesto de ventas informales.

Lucho comenzó a ver que las personas lo recordaban por Santi, le preguntaban por él y estaban pendientes. Oportunidades que él aprovechaba para pedir dinero, mostrándose indefenso y necesitado. Aunque lo que hacía con el dinero era embriagarse hasta olvidar en dónde había dejado al niño. A Santi de escasos 6 o 7 añitos, se le vió en repetidas oportunidades en parques a altas horas de la noche, llorando sin saber para dónde ir. Pues Lucho no aparecía. Por fortuna siempre contó con algún vecino que le ayudó a ubicar a su abuela. A pesar de la distancia, la señora Astrid conocía la mayoría de lugares que frecuentaba Lucho y se las ingeniaba para ubicarlo.

Lucho había pactado con los padrinos de Santi, que le llevaran al niño los fines de semana. Como él mismo decía -La venta se pone buena y necesito al pela'o pa' mostrarlo. Oportunidades que aprovechaba para poner a trabajar al niño en un asadero y ganar unos pesos de más y que de paso le dieran comida.

Lucho comenzó a sentir que Santi no disfrutaba los fines de semana con él. Trataba de destinar algo de dinero para que jugara en las maquinitas cerca del parque, tratando de ganar su cariño. Cariño que veía cada vez más distante a causa del amor que le brindaban los padrinos al niño.

A Lucho lo comenzó a embargar un resentimiento hacia los padrinos del niño. En varias oportunidades ya había ocurrido que, debían dejarle el niño y solo por verlo embriagado no se lo dejaban. Hecho que lo ponía iracundo, pues sabía que un fin de semana sin el niño hacía que las ventas no fueran productivas.

Un día, fue tanto el alboroto que los vecinos tuvieron que llamar a la policía, quienes intervinieron entre Lucho y los padrinos del niño. Lucho borracho zarandeaba a Santi, el niño lloraba y todos a su alrededor tan solo querían apartar a esta bestia alcoholizada de la indefensa criatura.

Los padrinos de Santi al ver que la situación se hacía más compleja, tomaron la decisión de buscar ayuda. Se dirigieron a la Comisaría de Familia local y expusieron el caso. Tenían todas las de ganar, pues llevaban cuidando al niño desde que tenía 6 meses y Santi ya rondaba los 10 añitos entonces.

Para desgracia de los padrinos el Comisario informado del caso, era amigo de tragos de Lucho y por supuesto, fue y le contó todo a su compinche. No sin antes usar sus atribuciones como Comisario y enviar a Santi a un hogar de paso. Hogar administrado por doña Rubiela, quien no solo conocía a Lucho, sino que también había sostenido un romance a escondidas de su esposo.

Entre doña Rubiela, el Comisario y Lucho, crearon toda una escena para evitar que el niño volviera con sus padrinos. Lucho debía presentarse en una Comisaría de Familia cercana a su hogar y denunciar que los padrinos de Santi violaban al niño, indicando que él tenía certeza plena de los hechos. Ya la vuelta estaba cuadrada, el comisario amigo de tragos de Lucho, había avisado previamente a la Doctora Milena, quien era la comisaria encargada de la jurisdicción cercana a la casa de Lucho.

En medio de semejante artimaña el proceso debía continuar, por lo que el comisario ordenó trasladar al niño, del hogar de paso a un hogar sustituto en donde sabían no duraría mucho tiempo. Pues el objetivo era regresar al niño a Lucho y espantar a los padrinos.

Santi fue retornado a los brazos de Lucho y no se volvió a saber de sus padrinos, de quienes narraré su propia historia. 

Cómo era de esperarse, Lucho no tenía donde dejar al niño y en conjunto con doña Rubiela aprovecharon las circunstancias. Ella ahora cuidaría a Santi y el esposo de doña Rubiela no sospecharía nada. Ella por su parte fingiría desagrado por -Ese viejo borracho, como ella misma decía. Todo era una pantomima para evitar ser descubiertos. Situación perfecta que les permitió nutrir su relación clandestina por un par de años más.

Los actos resientes de Lucho, habían resentido a Santi, quien ahora vivía en un hogar de paso de forma permanente, tenía que visitar a Lucho y lidiar con los demás niños del hogar y con doña Rubiela a quien describían como una vieja gorda y fastidiosa que comía sola, les pegaba, insultaba y a todos los enviaba a dormir con hambre.

Por fortuna, al hogar llegaban personas muy amables con quienes podían pasar el rato y sacarlos de la rutina de cuidar a los bebés y, tener que hacer las tareas del hogar, que les mandaba doña Rubiela.

La pandemia trajo consigo desafíos adicionales, aún más para los vendedores ambulantes. Luego de la pandemia la relación clandestina entre Lucho y doña Rubiela estaba en su peor momento. Al punto que Santi fue entregado a Lucho y las puertas del hogar de paso le fueron cerradas. No era la primera vez que algo así ocurría. Ya en oportunidades anteriores doña Rubiela había llamado la atención de Lucho, escondiendo al niño para evitar que se vieran. Lucho enfurecido había tenido que ir, borracho obviamente, al colegio del niño para sacarlo por la fuerza. Seguramente esta era una estrategia que usaba para exigir a Lucho algo de atención y porque no, amor clandestino.

Santi quien había entablado una amistad con un señor que frecuentaba el hogar, guardó su número de celular y se lo entregó a Lucho. Lucho distinguía también al -Profesor Daniel, como le decía. 

Lucho estaba ofendido y decidido a no ceder ante doña Rubiela, y usando un teléfono público llamó al profe y usando su estrategia de urgido, necesitado y poniendo a Santi en medio, se puso cita con el profe y esa misma tarde junto a una maleta con ropa y la maleta del colegio de Santi, sus últimas palabras al profe ese día fueron  -Téngame al niño mientras yo miro a ver qué hago... Una frase ya trillada del muy conocido Lucho.

El Profe Daniel, de quien narraré su propia historia. Tomó un taxi con Santi y fueron a su casa a descansar, ya era tarde y en la mañana siguiente el niño tendría que madrugar para ir al colegio. Para fortuna de Santi el colegio ahora le quedaba a una cuadra, por la cercanía de la casa del Profe Daniel. 

Lucho no tenía un teléfono fijo al que se le pudiera ubicar. Se le solía encontrar siempre en la misma esquina con su puesto de venta de frutas y verduras. Era complejo encontrarlo en las noches pues en el municipio habían diversos lugares de alquiler de habitaciones que él frecuentaba. Sin embargo, el Profe Daniel se las ingeniaba para que a diario, sobre el mediodía Santi lo pudiera visitar.

Como era costumbre, Lucho permanecía alcoholizado a cualquier hora del día, y era frecuente ver que tomara al niño fuerte por el brazo y le diera instrucciones al oído mientras manoteaba. Ese comportamiento comenzó a llamar la atención del Profe Daniel, quien en las tardes de tareas con Santi en su casa, comenzó a escuchar las historias que le contaba. Muchas de ellas relatadas aquí.

Pasaron los meses y en la primer entrega de informes académicos del colegio de Santi, fue imposible ubicar a Lucho, por lo que el Profe Daniel asistió al colegio, firmando la documentación como el acudiente de Santi. Este aspecto llamó la atención de las directivas quienes decidieron citar al Profe Daniel para conocer la situación del niño.

Cuando lograron establecer contacto con Lucho, este se mostró indignado porque como él mismo dijo -Yo soy el papá y soy quien tiene la responsabilidad de recibir el informe académico. A pesar de los esfuerzos del Profe Daniel por mediar la situación el hombre parecía fuera de sí. Aunque el fondo de la discusión no era haber acompañado al niño. Era el informe académico como tal. Una vez Lucho tuvo el informe académico en sus manos, su cara cambió y volvió a una actitud totalmente dócil. Era como si tuviera otra personalidad a la cual pudiera acceder a voluntad o según el grado de alcohol en su cuerpo.

Santi quien es un niño brillante en todo sentido. Se mostró de alguna manera ofendido al tener que dejar su informe académico en manos de su padre. Al Profe Daniel le tomó un momento entender la situación. Pasaron los días y Lucho llamaba al teléfono del Profe Daniel para saludar al niño y con ese tono ebrio en su voz, le decía lo orgulloso que estaba. Mencionaba que le había mostrado el informe académico al señor del asadero, a la señora de la tienda, al dueño de la panadería y que todos lo habían felicitado por tener un hijo tan brillante. A Santi se le aguaban los ojos y apretaba los puños, era ira lo que su cuerpo transmitía.

Pasaban los meses y la rutina continuaba. En el colegio de Santi hicieron un cambio en el horario de salida porque los niños tomarían una jornada adicional de algunas materias especializadas. Este aspecto hizo que fuera imposible para el Profe Daniel, llevar al niño a visitar a su padre. Este aspecto Lucho no lo tomó muy bien. Decía -Me tiene que traer al niño porque es mi hijo y él tiene que venir a visitarme, así sea que se venga solo y caminando. Esa afirmación suponía una caminata de aproximadamente 40 o 50 minutos y atravesar en medio un par e barrios y potreros del municipio que no son del todo seguros.

El Profe Daniel decidió tomar cartas en el asunto, se documentó en leyes que protegían a los menores de edad, consultó con la Policía de infancia y adolescencia y habló con un Comisario de Familia recomendado por la Policía, quien trabajaba en una cárcel de menores.

La conclusión de los hechos fue devastadora, Santi estaba viendo y escuchando todo lo que hacía el Profe Daniel, pues entre ambos habían prometido que no existirían secretos y trabajarían juntos en esa ira que sentía Santi hacia Lucho.

Los profesionales en la materia consultados coincidieron en que el niño estaba siendo sometido a maltrato físico y sicológico por su papá y que el Profe Daniel, estaba siendo cómplice de esos hechos al llevar a Santi con su padre, presenciar lo que pasaba y no intervenir. El Profe Daniel quien consideraba que todo lo que hacía lo hacía pensando en los niños. Que le dieran esta noticia fue un duro golpe en su sentido de servicio social.

El Profe Daniel habló con Santi y le dijo 

-Papi, vamos a tener que ir a la Comisaría de Familia y exponer tu caso, redacté un derecho de petición para que me asignen tu custodia y poder lidiar con tu papá.

-Bueno

Santi quien ya había manifestado que no quería volver a ver a ese señor, como se refería a Lucho, accedió y juntos fueron a La Comisaría de Familia.

El Profe Daniel se había preparado muy bien para esa primera reunión, tenía claro que, quien pega primero pega dos veces, como el mismo decía. Tenía una desventaja y era que La Comisaria, había sido quien estuvo envuelta en la artimaña preparada entre Doña Rubiela y El Comisario, ella había sido quien devolvió a Santi a las manos del innombrable como ahora se referían a Lucho entre el Profe Daniel y Santi.

Lo que la Doctora Milena no sabía era que, el Profe Daniel había tenido incluso oportunidad de hablar con los padrinos de Santi. Santi incluso le había contado en detalle lo que había pasado aquel fatídico día en que no volvió a ver a sus padrinos. Esa era la carta que usaría.

Al entrar juntos a la Comisaría de Familia La Doctora Milena envió a Santi a una oficina aparte donde se encontraba una sicóloga y una trabajadora social quienes hablarían con Santi, mientras ella hablaba con el Profe Daniel.

-Doctora buenos días ¿Cómo está?

-Muy bien si señor, bueno, ¿Qué vamos a hacer? este es un caso ya conocido, este señor Lucho es bastante problemático.

-Si señora, eso me temo, pues yo he preparado este derecho de petición para que por favor lo tengan en cuenta.

-¿De qué se trata?

-Estoy pidiendo que me reconozcan como familia solidaria de Santi, bajo el artículo 67 de la ley de infancia y adolescencia. Santi vive conmigo hace ya seis (6) meses y el progenitor no lo visita, nunca ha dado siquiera para las onces del niño, no se aproxima al colegio para recibir los informes académicos y lo peor de todo es que el señor exige que el niño es quien tiene que visitarlo. Él cree que todo el mundo gira a su alrededor.

-Entiendo, (Milena ojea el documento) Por lo que leo usted le dio dinero al progenitor del niño.

-No directamente, cuando el progenitor me entregó al niño, me dijo que tenía un par de prestamistas encima que lo querían matar porque les debía dinero. Yo hablé directamente con esas personas y saldé esas deudas y hablé con quien le vende las frutas y verduras al señor, para que tuviera un buen plante. Inicialmente todo parecía estar bien pero, como era de esperarse, su tendencia por el alcohol no le permitieron surgir y volvió a pedir dinero prestado para seguir en lo mismo. Yo no le volví a ayudar e incluso el señor ha llegado a tratarme mal por no ayudarlo. Le salí a deber.

-Usted debe entender que Lucho es el papá del niño. Dijo Milena con un tono bastante serio.

-Claro que sí, lo que no entiendo es, ¿Cómo es posible? que sabiendo que Santi tenía unos padrinos que habían hecho bastantes sacrificios por dar lo medianamente posible al niño, lo retiraran de sus brazos sin un debido proceso, es más, luego de una denuncia de violación La Comisaría nunca ordenó una investigación. Los padrinos de Santi no están en la cárcel. ¿Qué pasó? 

Milena se mostró sorprendida por la respuesta del Profe Daniel quien la miraba fijamente como diciendo. Lo sé todo señora.

-Voy a hacer un acta de entrega dejando al niño bajo su custodia, ejecutaremos el proceso administrativo de restablecimiento de derechos en favor del niño.

-En el derecho de petición, incluí la tendencia del señor por mentir y acusar a las personas de violación, lo que es muy grave, seguramente vuelva a querer jugar sucio. Dijo el Profe queriendo incriminar a Milena.

-Ese señor es muy problemático.

-Lo sé y estoy dispuesto a dar la pelea por brindar la tranquilidad que el niño se merece.

Milena le entregó el documento en donde asignaba la custodia de Santi. Ambos se despidieron cordialmente y Daniel levantándose, salió de la oficina de Milena. Al salir se encontró con Santi en la sala de espera. Lo tomó de la mano y los dos salieron. Fueron a contar su primera hazaña a la Tía Lety, quien es una vecina y muy querida amiga de Daniel, con quien comparten su pasión por ayudar al prójimo. La estocada final de la reunión en La Comisaría, convenía bastante y favorecía a Santi, por supuesto.

Santi quien usaba a menudo el teléfono de Daniel para sus tareas, solía comunicarse con la Señora Astrid, su abuela siempre había estado pendiente de él. Las noticias no se dieron esperar, en una conversación entre Santi, Daniel con la Señora Astrid. Ella les decía que Lucho estaba muy molesto porque habían ido a visitarlo de La Comisaría, lo estaban citando por el proceso de restablecimiento de derechos que se abrió. 

En adelante se comenzaron a recibir llamadas de diversos números desconocidos, en donde el interlocutor era Lucho. Lanzaba amenazas a diestra y siniestra. Cansado del asunto Daniel interpuso una medida cautelar en contra del señor por sus amenazas.

Salir por el municipio se había convertido en un suplicio, pues encontrarse a Lucho era inevitable. Las explosiones de ira que tenía el señor y su estado de alicoramiento permanente lo convertían en un ser peligrosamente impredecible.

En una oportunidad iban Santi y Daniel en su vehículo. Regresaban de cumplir una cita al dentista del niño y la ruta los obligaba a pasar por la esquina donde permanecía el innombrable. Al advertir la ruta, Daniel le dijo a Santi -Papi vamos a pasar por la esquina, con calma, nada de nervios, pasamos rápido, no creo que nos vea. Santi no respondió mayor cosa pero su cara reflejó una angustia inevitable. En la medida que se aproximaban a la esquina, el tráfico se volvió algo denso y tuvieron que pasar lentamente. Una sensación de vacío en el estómago, nauseas y resequedad en la boca los invadió. Allí estaba, esa figura baja y corpulenta, su cabeza ya bastante canosa y corte de pelo casi al ras, usando siempre el mismo jean y saco de lana roídos. Saber que no era que no tuviera más que ponerse, sino que era su atuendo para generar lástima a los demás. Era muy curioso, realmente era como ver la versión masculina de Doña Rubiela, usando la misma ropa y zapatos rotos para ganarse el apoyo de los demás. 

Bajo aquel parasol que cubría su carreta, vendía sus verduras mientras sus movimientos hacían dudar de una cojera o de un estado de embriagues permanente. 

El silencio había invadido el vehículo. Pasaron sin mayor peligro por la esquina. El Profe Daniel intervino diciendo -Que triste Papi... Nunca imaginé sentir tantas cosas negativas hacia una persona y sentir que una persona, otro ser humano nos haga sentir todo este miedo... Que triste... 

Los dos habían sentido lo mismo en sus cuerpos. Daniel estaba pálido y Santi no decía nada, aunque el verde de su rostro decía mucho de lo ocurrido. 

El innombrable Lucho cumpliendo con su ciclo de eventos a lo largo de su vida, una noche llamó a su madre ebrio y le dijo -Si ese niño no es mío, no es de nadie. Mañana mismo lo entrego a Sabaneta. Y Daniel, que se cuide, voy a matar a ese @#$_& (vociferó una vulgaridad)... y cortó la llamada.

La señora Astrid, quien siempre se mostró agradecida por todo lo que hacía Daniel por su nieto. No demoró en enviar un audio a través de su teléfono al Profe Daniel. Su voz reflejaba toda su angustia y preocupación, conocía los alcances de su hijo quien no dudaría un minuto en acabar con la vida de los dos, de ser necesario. Daniel por su lado había confiado su seguridad al Estado, dadas las repetidas amenazas de Lucho en su contra, ya había acudido a La Fiscalía y denunció los hechos. Existía una medida de protección a su favor y en favor de Santi en contra del innombrable. Las autoridades policivas del municipio estaban advertidas. Incluso después de escuchar el audio llamó a las directivas del colegio, quienes quedaron al tanto de los acontecimientos recientes.

El 1 de agosto de 2022 a las 10:00 a.m. Santi ya se encontraba en su escuela, mientras el Profe Daniel adelantaba su agenda de oficina desde su casa. De repente, el Profe Daniel recibió una llamada, en la pantalla de su celular salía el nombre de la Profe Gloria, quien entonces era la Directora de Grado de Santi. Se le escuchaba tanto o más angustiada que la Señora Astrid -Don Daniel, no sé lo que está pasando, acaba de entrar un señor y se está llevando a Santi arrastrado por el brazo. Intenté evitar que ingresara al salón... se está llevando al niño!!. 

- Voy para allá...

Daniel sintió una fuerte presión en su cabeza, pensar no era fácil, estaba justo en medio de una reunión muy importante en su trabajo. Escribió un par de notas en el chat de la reunión y se levantó, como pudo se puso zapatos, mientras llamaba a La Comisaría. Tomó las llaves de su vehículo y salió disparado, por fortuna la cercanía del colegio era favorable y aún más favorable lo que separaba el colegio del barrio era una subestación de policía. En La Comisaría nadie respondió sus llamados así que envió un par de notas de voz a un funcionario de quien tenía contacto. De camino se detuvo abruptamente en la estación, lo que llamó la atención de los uniformados. Tenía la boca totalmente seca y como pudo gesticuló. -Mi hijo (refiriéndose a Santi) y yo tenemos una medida de protección por parte de la Fiscalía, hay una persona que quiere llevarse al niño del colegio. Señalando el colegio que se divisaba con facilidad. Una agente de policía dijo:

-Ya vamos para allá. 

-Súbanse, yo los llevo es aquí nada más. Volvió a señalar el colegio. 

La agente negó con la cabeza. No había tiempo que perder. Daniel arrancó nuevamente y en cuestión de segundos se encontraba frente al colegio. A esa hora no era habitual ver vehículos frente al colegio. Pues los niños salían sobre las dos de la tarde. Sin embargo, frente a sus ojos un vehículo Hyundai, gris con vidrios totalmente negros, estaba allí, aparcado frente al colegio y tenía placas de Sabaneta. Daniel sin pensarlo tomó una foto del vehículo y se dirigió caminando hasta la puerta del colegio. Fue entonces cuando recibió una llamada de La Comisaría, Milena estaba del otro lado, advirtiendo -Señor Daniel, lo mejor es que no entre al colegio, el señor tiene al niño y ha repetido en múltiples oportunidades que a usted lo va a matar. 

-¿Qué hago? ¿Ustedes dónde están? ¿Por qué no han venido? 

-Ya enviamos a una agente de infancia y adolescencia para el lugar. Daniel cortó la llamada y se comunicó con La Coordinadora del colegio.

-Señora Lucero ¿Qué está pasando? 

Susurrando dijo -Estamos disuadiendo al señor para que suelte al niño, ingrese por la parte de atrás y yo le aviso. 

Daniel dio la vuelta. En el trayecto volvió a pasar por la estación de policía y no vio movimiento alguno. Al ingresar al colegio llamó nuevamente a la Señora Lucero -Ya estoy aquí.

 -Ya soltó al niño, esta muy borracho. Metimos al niño en la oficina de la sicóloga del plantel y estamos disuadiendo al señor para que vaya a La Comisaría. Le dijimos que allá lo están esperando...

-Gracias. Antes de cortar la llamada Lucero alcanzó a decir

-Ya se fue...

Daniel descendió del vehículo y fue hasta la oficina de Lucero, allí estaba Santi. Pálido, como si la muerte hubiera tocado su puerta. Daniel lo abrazó y le dijo -Ya estoy aquí. En medio de ese momento, llegó la policía. 

Que desastre, Daniel quería abofetearlos, que sentido de urgencia y atención tan inoportunos. Lo peor del asunto es que los agentes que se presentaban ante él no eran de la subestación vecina del colegio, venían de una estación más lejana. Por Dios!. Los agentes dijeron que habían recibido el llamado por parte del colegio. Entendían que ya el caso lo estaba a atendiendo una agente de infancia y adolescencia pero se perdió en el trayecto. La agente extraviada resultó ser la misma que Daniel un par de horas antes se había topado en la subestación.

Daniel se dirigió a los agentes de policía. 

-Miren, yo doy mi vida por todos y cada uno de los niños que ayudo. ¿Qué harán ustedes si me matan? ¿Van a darle un futuro estable a los niños? ¿Los ayudarán? o como ha pasado devuelven a los niños a sus padres así vuelvan a vivir en un infierno. Los agentes de policía miraban el piso, como estar recibiendo un regaño de sus padres. Daniel tomó a Santi y se fueron a casa, la patrulla los acompañó. Recordemos que era apenas una cuadra.

Al final del día en la cabeza de Santi como en la de Daniel habían mil cosas en las que pensar. Estar allí ya no era seguro. El innombrable se había convertido en ese monstruo que lo habitaba en la soledad de su habitación y lejos de sus respetados clientes. Había dejado ver de qué está hecho. 

Daniel notificó al Colegio, a La Comisaría, a la Defensoría del Pueblo y a la Alcaldía, lo sucedido. El caso fue tan indignante para la comunidad que salieron a protestar. ¿Cómo era posible que, un señor alcoholizado ingresara a una institución educativa y sin mayor filtro pudiera violentar a un niño? ¿Cómo era posible que estando a escasos 100 metros de una estación de policía, no llegaran a tiempo? y para rematar, en medio de la protesta pacífica que protagonizaron los vecinos que conocían al profe Daniel. Se presentó el Alcalde, las personas pedían justicia. ¿Cómo es que no han atrapado al innombrable si saben dónde está siempre? El Alcalde respondió, no lo podemos capturar porque no hay donde ponerlo. La respuesta además de banal no brindaba una salida. En este país hay que esperar que las personas maten para encerrarlas. Daniel no asumiría ese riesgo.

Pensando en la seguridad de todos, Daniel y Santi empacaron sus cosas, habían tomado la decisión de irse del municipio, se mudarían con la abuela, la madre de Daniel.

Ante los hechos desafortunados las directivas del plantel educativo, accedieron a que el niño terminara sus tareas de forma virtual. Aunque no fue fácil. Daniel tuvo que interponer una tutela y una orden de desacato ante las directivas del plantel porque a pesar de ser culpables, en gran medida por lo ocurrido. Consideraban que el niño podía seguir estudiando presencialmente, sin problema alguno. Lo que sonaba totalmente absurdo. Por fortuna el Juez municipal pensaba lo mismo y apoyó los pedidos de Daniel en beneficio y protección de Santi.

El innombrable solía llamar en repetidas oportunidades al teléfono de Daniel, haciendo uso de teléfonos públicos. Daniel y Santi estaban habituados a sentir angustia al ver una llamada entrante desde un número desconocido.

-Alo Daniel? dijo el innombrable con la voz ronca que lo caracterisaba.

-... Daniel guardó silencio.

-Le voy a pasar a mi abogado.

-Alo, mire habla con Fernando Martínez el abogado de Lucho. Mire @#$& (vociferó un par de vulgaridades), usted se va a pudrir en una cárcel, ya lo demandamos por abuso sexual contra el niño. Devuelva al niño o se pudrirá en una cárcel.

A pesar que Lucho se estaba jugando una carta que ya había usado, tenía la facilidad de desestabilizar a cualquiera con sus llamadas y esta no era la excepción. Daniel trató de mantener la calma. Trató de pensar con detenimiento, el nombre de Fernando Martínez, le sonaba por alguna razón.

-Entiendo

El innombrable volvió a la línea 

-Mire Daniel. Daniel lo interrumpió. -Mire señor. Yo no tengo nada que hablar con usted, si ya tiene un abogado que lo representa, que mi abogado se entienda con el suyo. Usted y yo no tenemos entonces nada de qué hablar. Y finalizó la llamada.

Evidentemente la capacidad del innombrable de desestabilizar a cualquiera la había perfeccionado incluso cuando llamaba a su propia madre, a quien hacía llorar y le recriminaba por no ayudarlo.

Daniel tenía el pulso acelerado. Santi había escuchado la llamada y le daba alientos para que no se descompusiera. Fernando Martínez, se repitió Daniel mentalmente. Claro!. Ese era el compinche de tragos del innombrable. Quien años atrás había sido el Comisario de Familia del municipio y con quien habían construído la misma artimaña anteriormente en contra de los padrinos de Santi.

Hoy un año más tarde Santi de ahora 13 años, se encuentra estudiando en una escuela local y entrena futbol todos los días. Tiene una estabilidad familiar, asiste al médico con regularidad, ahora usa anteojos y tiene frenos en sus dientes. Es el primero en su escuela y uno de los mejores jugadores que tiene el Club. Desde que dejaron su antiguo hogar, contaron su historia a La Comisaría Local, a quienes les había llegado todo el expediente. Lo mejor que pudo hacer Milena fue deshacerse de lo incriminada que estaba, fue su oportunidad perfecta para olvidar los malos procesos ejecutados en favor del innombrable y no en favor del niño, como debía ser.

Las autoridades locales citaron al innombrable innumerables veces para definir el futuro de Santi y nunca se presentó. Entrevistaron a la señora Astrid quien dijo toda la vedad y se conocieron muchos de los temas aquí relatados. -Prefiero que mi nieto esté con el señor Daniel. Con Lucho el niño no tiene futuro más que la calle. 

La custodia definitiva de Santi la tiene Daniel junto con la custodia de Mike, de quien contaremos su propia historia. Ahora son una familia, los tres menores como se suelen llamar. Pues Daniel, Mike y Santi son los hijos menores de familias de 3, 6 y 9 hijos, respectivamente. Hace apenas un mes finalizaron las visitas mensuales de las autoridades locales en seguimiento del caso de Santi.

Al innombrable de ahora 59 años, se le ha visto en las mismas condiciones de siempre en otra esquina del municipio. Cuentan que dejó la esquina que consideraba suya por más de 20 años, luego que La Fiscalía fuera a buscarlo allí por una investigación de Maltrato Intrafamiliar. Irónicamente y fingiendo ser víctima, intentó demandar a la entonces madre de Santi y Vanessa por inasistencia alimentaria. Lucho el innombrable descarado.

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