Para Adri

Un día cualquiera me encontraba en la cafetería de la oficina. Era un día frío y contemplaba desde lo alto del edificio el despertar del centro de la ciudad. Mientras la máquina de café preparaba un tinto que había pedido, escuché que aquella mujer que tanto respeto y admiro se aproximaba y como es costumbre nos dimos un caluroso saludo.

En medio del saludo pregunté 
-Cómo están tus muchachos?
-Bien David, gracias a Dios muy bien. Y sus niños cómo están?
-Creciendo, están grandotes ya casi me alcanzan. Andan estudiando muy juiciosos. En vacaciones tuve la oportunidad de ver nuevamente a niños que estuvieron en la fundación y estan también muy cambiados.
-Tan bonito, usted siempre ayudando a los niños y esa labor y ese gran corazón que tiene de ayudar a los demás. Pero, y David cuándo tendrá sus propios hijos?

No era la primera vez que alguien me hacía la misma pregunta. A ciencia cierta no recuerdo lo que respondí. Sin embargo, al tomar mi café, despedirnos y volver a mi oficina, la pregunta estuvo presente.

Hoy, para dar una respuesta apropiada a aquella mujer que admiro y respeto. Pensando detenidamente considero que, si en algún momento estamos interesados en salvarnos como sociedad e incluso como humanidad. Debemos comenzar a ver a cada niño, niña y adolescente como nuestros propios hijos. Cuidándolos, protegiéndolos, escuchándolos, guiándolos y brindándoles todo el amor fraternal que podamos. Si todos somos hijos de Dios, deberíamos abrazar a nuestros hermanos más seguido. Irónicamente abrazamos con mayor frecuencia a quienes se podrían considerar extraños, frente a nuestros hermanos de sangre. Todos somos hermanos, somos familia. Debemos interiorizar esa idea y así evitar tanta indiferencia con nuestro prójimo.

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